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5.6.13

El silencio de 98 ojos

Pensé que con el paso del tiempo, de los años, me iba a dejar de afectar, pero no. Y he visto cosas impactantes, fotos inolvidables, escenas estremecedoras. ¿Y quién no, verdad? Si hay algo que facilite el internet es eso: heridos, estallidos, guerras, muertos, destrucción, violencia, shock.

Pero esto es distinto. Esta imagen... la he visto varias, diría que cientos de veces, y cada vez es igual. Algunas veces me la encuentro sin querer, otras la he buscado a propósito. Es, sin duda, una imagen especial.

Y no es ni siquiera toda la imagen lo que me afecta igual, no. Es sobre todo un recuadro, y dentro del recuadro, un par de ojos.

La imagen está compuesta por 49 recuadros. En cada uno está la foto de un niño o niña. Un bebé. Un bebé de entre casi cincuenta que murieron al quemarse su guardería. Noventa y ocho ojos, en silencio.

El par de ojos más grandes está en la primera fila. La bebé te mira con su par de enormes pedazos de cielo. Te mira y te mira, sin hacer ruido.

Detrás de los recuadros queda la posibilidad. Lo que pudo haber sido, lo que nunca fue, lo que se pudo haber hecho distinto. Detrás del silencio también hay sonido.

No puedo dejar de pensar en sus voces. Los bebés son todo sonido. Antes que intención ya son llanto, antes que cariño ya son voces, antes que besos ya son pequeños gritos.

Miro la imagen, los ojos del cielo me miran y escucho la voz de los ojos. Me llaman ¡Papa! ¡Papai! te llaman ¡Mamá! ¡Mamú! y el calor sube y el sofoco aumenta y las pocas palabras que tiene, que son todas las del mundo, siguen ¡No! ¡No! ¡Papai! ¡apai! ¡ai! ¡ay! ¡ayay! ¡yaaa! ¡Mamáa! ¡Maaaa!

El llanto. El grito. Y luego el silencio. Un estertor, el fuego. El sofoco, por favor, primero el sofoco, el desmayo antes que el fuego, por favor.

Los ojos me miran y yo escucho. Escucho el vacío, escucho el miedo, escucho la ausencia. No por valentía, no por temor, no por sentirme solidario, ni distante. Escucho porque esos ojos me lo piden. Escucho porque no me queda más remedio, escucho porque la alternativa es mucho peor.

Luego, a veces rápido, a veces más lento, alejo la mirada. No somos sino eso: unos ojos enormes, hermosos, que alguna vez estuvieron, y silencio.