Carlos Sanders, científico nuclear, estaba harto de las hormigas de su patio. Se habían convertido en el enemigo a muerte de su guerra personal. Al principio el problema era sólo un hormiguero molesto, pero éste fue creciendo y creciendo, incontrolable, y Carlos empezó a encontrar hormigas dentro de su cama y su yoghurt. Así, se dispuso a acabar con ellas, pero con el paso de los años se habían vuelto resistentes a toda clase de insecticidas y técnicas para eliminarlas. Tuvo entonces Carlos que recurrir a vaciar concreto sobre su hermoso jardín, lleno de flores y hormigas. Las flores murieron, pero las hormigas siguieron su curso. Entonces Carlos Sanders tomó una decisión: una pequeñísima, diminuta, apenas visible, bomba atómica. Y para mayor efecto dramático, compró un avión a control remoto y la dejó caer sobre el punto cero: el lugar bajo el concreto donde estaba el cúmulo del hormiguero.
Después todo fue silencio, y las cucarachas.
3 comentarios:
este me gustó.
Está chido, en honor a mi omnipresencia lo completaría así.
Entonces quedó el silencio, y las cucarachas, y los changos.
Jaja, no es cierto, está bueno, buen uso de una frase popular.
Buenas instrucciones.
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