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13.5.04

Cinco semestres de teoría de la escultura
(o Por eso tengo un blog)

¿Qué pasa con el estudio de la literatura? ¿Por qué siempre resulta ser tan decepcionante?
Creo que no tiene nada que ver con los alumnos ni con los maestros: a fin de cuentas a nadie obligan a estudiar letras (podría creer que, aún hoy en día, alguien se pudiera sentir obligado por su familia o contexto social a estudiar leyes, o medicina, pero no literatura), ni mucho menos a ser maestro de Literatura Española del Siglo XIX.
No, los que queremos a la literatura no tenemos la culpa del desencanto (o al menos no toda). La culpa la tienen, en específico, dos fenómenos, que enumero a continuación:

1. La gente no lee. Bueno, sé que hay paises en los que se lee más o menos que en otros (por ejemplo, en España se lee relativamente más que en México donde, para vergüenza nacional, sólo se leen más libros que en Haití, y Haití está o estaba en guerra civil), sin embargo, en general se lee poco en todos lados. Y no sólo se lee poco, sino que muchas personas piensan, y dicen, que leer "es aburrido". Así, categóricamente. Algunos pueden decir "no me gusta el teatro", u "odio ir a los museos", o incluso "la escultura moderna es horrible", pero no descalifican el proceso entero, es decir, no están diciendo que el teatro sea malo en general para todos, ni que la escultura antigua sea insípida, ni que ir a los museos sea malo, sin embargo sí es común escuchar "¿leer? ¡qué hueva!". Y la literatura se lee, por lo tanto la literatura es aburrida. Y es muy decepcionante que lo que a uno le gusta estudiar y hacer sea considerado por el grueso de la población como algo incomprensible por detestable. En ese sentido, es mucha la distancia entre querer ser actor o actriz de cine y estudiar literatura.

2. La teoría. Bueno, en sí, la teoría por sí sola no es mala, al contrario, es esencial para la mejor comprensión de las obras y para entender la evolución literaria desde épocas remotas hasta actuales. Sin embargo, lo que está mal, es el exceso de teoría. Y la falta de práctica. Supongamos que uno ingresa a una academia o escuela de artes plásticas en la rama de escultura. Sólo que antes de entrar, advierten: el plan de estudios consiste en cinco semestres de teoría de la escultura, y luego tres más de análisis; claro hay pequeños talleres intercalados, pero no son para que el alumno practique, en sí, sino para que no se sienta tan distante de lo que se analiza teóricamente en clase. ¿No es absurdo? Así es el estudio de la literatura. Es como si a los que hacen los programas de estudio les pareciera horrible que sus alumnos escribieran, y entonces decidieran bombardearlos con kilos y kilos de de teoría ejemplificada con las más grandes obras literarias; y claro, a uno le acaba por dar miedo o algo cuando intenta escribir, porque, obviamente, uno nunca va a ser tan bueno como, por ejemplo, Tolstoi; entonces, ¿para qué escribir? Es como si a los que estudian pintura les redujeran las horas de práctica porque es más importante analizar bien todas las corrientes pictóricas de la humanidad. Es como si a los que estudian arquitectura no los dejaran hacer prácticas a escala (no sea que te vaya a quedar espantosa tu maqueta). Es como si a los médicos no los dejaran operar, sólo mirar a los otros, y que se dedicaran a analizar grandes casos médicos. ¿A qué le tienen miedo? Lo peor que le puede pasar al escritor es que el cuento o el poema le salga malo, lo peor que le puede pasar al maestro es que ningún alumno lo supere.

Estudiar literatura es como estudiar ajedrez. Pero simplemente estudiarlo, aprenderse casi de memoria movimientos y secuencias clásicas, exquisitas; volverse un experto analizando y diseccionando partidas para saber cómo es que el jugador cometió el error, y por qué se llegó a tal resultado: que si la defensa italiana, que si el jaque estilo persa, que si el ataque de tres peones. Pero, eso sí, nunca jugar ajedrez, porque uno no se atreve, tiene miedo de hacer el ridículo después de "saber" tanto, y cuando uno se sienta a jugarlo, de vez en cuando y en privado, se pone tan nervioso que falla constantemente. Y no sólo eso, sino que además el grueso de la población considere que el ajedrez no es ni un juego ni un deporte y es aburrido de jugar y peor de ver jugarlo.
En este escenario, uno acabaría, obviamente, odiando el ajedrez. Sobre todo porque uno nunca va a ser tan bueno como Karpov o Kasparov y entonces es mejor, simplemente, no hacer nada.

Yo, por eso, tengo un blog.
Uno no tiene que hacer la gran partida cada que juega, ni tiene que crear la gran obra cada que escribe. Y tal vez nunca haga algo extraordinario, pero vale la pena intentarlo. Al menos porque, para uno mismo, es divertido, o necesario, o esencial; y complace mucho compartirlo con otros, con todos los que quieran y puedan compartir. Cada lectura se aprecia.
Mis queridos alumnos y maestros, compañeros, de letras: como en todo, la práctica hace al maestro. Eso y un poco de talento y suerte.

1 comentario:

Alma dijo...

PORQUE SOY PROFESORA DE LITERATURA O LA TRISTE HISTORIA DE LA QUÍMICA QUE NO FUI...
En aquella ocasión, llegué como siempre hasta la cocina de la casa, pasando por el patio lateral (en donde habita Cleopatra, la tortuga de desierto que se crió adorando a mi padre, mientras éste tomaba sus siestas vespertinas).
La ocasión lo ameritaba... mi futuro estaba determinado... Había pasado la mañana entera analizando los pros y contras de mi decisión... Nada como deshojar una docena de margaritas...
__Ya sé qué estudiaré__ le dije a mi madre. Ella, sin levantar la mirada, me respondió:
__Química.

Yo entré en shock.Sentí que la cocina daba vueltas a mi alrededor y que a lo lejos el extraño sonido del pavo real presagiaba un suceso abrumadoramente oscuro...