Érase una vez un volcán tímido. Tan tímido que no podía hacer erupción si alguien lo estaba viendo. Los animales, sabiendo esto, se alejaban a la más ligera sacudida, pero los hombres, que también lo sabían, cuando temblaba la tierra subían rápidamente al cráter y formaban un círculo a su alrededor. El volcán, al verlos, se inhibía y ya no podía hacer erupción a gusto y como Dios manda.
Un día se sintió un temblor muy fuerte. Automáticamente toda la aldea subió a la montaña y se dispuso en círculo alrededor de la boca del volcán. Una vez que pasó el temblor, el volcán estornudó.
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