Estroboscópicamente

Me contaron la historia de un hombre que estaba enganchado a una estación de noticias radiofónicas. Escuchaba sus noticieros día y noche, en el auto, en el baño, cuando trabajaba -a través de pequeños auriculares-, cuando comía y, a veces también, cuando caía la nieve. Sin embargo un día la estación fue vendida y los nuevos propietarios decidieron cambiar las noticias por música, por considerarlo más redituable. Aquel hombre lloró larga y amargamente, desconsolado, impotente. Pero eso, me dijeron, no fue el fin de su mundo: al acabarse las noticias, y quitarse los audífonos, comenzó a hacer amigos.