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28.8.14

Barril, con o sin Fondo

Así es esto, un día toca estar de un lado y al siguiente del otro. Mi muy querido Alberto Serdán me manda, como si reto de balde de agua fría se tratara, el artículo que Leo Zuckermann publica en Excélsior hoy, titulado ¿Se justifica la existencia del Fondo de Cultura Económica?

La respuesta, desde donde yo veo la pregunta, es "Sí".

Voy por puntos:

Dice Zuckermann (en adelante "Z", porque en cualquier momento lo escribo mal y seguro me van a criticar por eso) que lo que hace el FCE estaba muy bien, pero en el mundo de hace 80 años. Que "el mundo ha cambiado". Sí, bueno, tampoco es el mismo que ayer, o que en 1914. De entrada me parece que criticar a una institución porque las características que dieron pie a su origen ya no son las mismas hoy es igual a preguntarle a un niño si de verdad necesita nuevos zapatos ya que le ha crecido el pie y ya no le entran los que dejó, casi nuevos.

Antes que esto --pero quería quitar ese argumento del camino primero-- Z dice que el estado (con baja inicial, señor Z, nadie va a confundir el estado mexicano con el estado de ebriedad), a través del FCE,  "subsidia la edición, producción, distribución y venta de libros que sólo lee una pequeña minoría que pertenece sobre todo a la clase media". Si bien sí es cierto que el estado "subsidia" las actividades del FCE, punto que abordaré más adelante, el resto de su frase es engañosa, si no de plano mentirosa. Estimado señor Z: ¿me podría señalar de dónde sacó el estudio o las cifras que le indican que esto que afirma es cierto? Se lo pregunto no tanto porque quiera que me demuestre que tiene razón, sino porque si yo, que llevo 10 años dedicándome a apostar a hacer libros de todo tipo, supiera de la existencia de tal base de datos o censo que me indicara quién, cómo, cuándo y por qué compra libros en este país, ¡y cuántos!, si yo tuviera esa información, sería rico. No, perdón, sería absurdamente multimillonario. Como Slim, para que me entienda. El punto de las apuestas de la industria editorial es que son eso, "apuestas" porque nadie sabe bien cuántos libros se van a vender de algún título. Entonces, por favor, por el bien de la industria, ¿nos podría pasar sus fuentes? Además de eso, Z afirma que los libros sólo los "lee una pequeña minoría". Por favor, si los editores no sabemos quién los compra, ¿cómo vamos a saber quién los lee? La gente regala libros, los guarda sin leer, los olvida, etc. El ejemplo directo de esto es que los que compran libros infantiles (sí, esos que le parecen "estupendos") no son los mismos que los leen. Esto no es exclusivo de los libros, Z; no le vendrían mal unas clases de Marketing, en Coursera hay unos cursos muy buenos y son gratis.

En lo que sí tiene razón Z es en la palabra "minoría", porque, sí, la cantidad de lectores de libros en México es, desafortunadamente, ínfima. Pero sólo en eso, porque aquí se le escapa a Z la crítica. Dice, en dos párrafos distintos, que el problema es que el FCE tiene demasiadas librerías, según él 22 y "dos de ellas, magníficas", y agrega que "este ya es un país donde hay tiendas de libros en todas las ciudades". A ver. Primero, el FCE no tiene 22 librerías, tiene 24 nada más en México, 35 en todo el mundo, esto según su propia página y según la Wikipedia. Yo nomás digo que, si vamos a criticar, vamos a hacerlo bien. En segunda, varias de estas librerías son, si no magníficas, más que muy decentes. Hermosas, a mi juicio más que la propia Octavio Paz en Miguel Ángel de Quevedo que a Z le parece magnífica, son la Daniel Cosío Villegas, en Av. Universidad, la Elsa Cecilia Frost, en el centro de Tlalpan, la Edmundo O'Gorman dentro del AGN y la José Luis Martínez en Guadalajara, sin contar la del Centro Cultural Gabriel García Márquez, en Bogotá, la Juan Rulfo, en Madrid y la Pórtico en Washington, D. C. Luego, el decir que México es un país que tiene tiendas de libros en todas las ciudades es apenas y sólo cierto si uno cuenta los Sanborns y Walmarts como librerías (al fin ahí venden libros, ¿no?; se nota que al no escribir "librerías" Z quería defenderse a priori de este dicho, ni modo). Decir que no hay necesidad de que el estado tenga librerías ante la situación de que hay una librería en este país por cada doscientos mil habitantes o más, cuando en Argentina hay una para cada quince mil habitantes, es, bueno, se me acabaron las analogías.

Luego dice Z que hoy hay muchas editoriales, "de todos los tamaños", además del internet. Se necesita ser intencionalmente obtuso para creer y afirmar que publicar algo en el FCE es igual que publicarlo en mi pinchurriento blog, en una editorial pequeñita o en el periódico (sin adjetivos) donde Z publica sus columnas. Lo único que tiene un sello, lo único que da altura a un editor y a una editorial, es su nombre y su catálogo. Su historia. Y el FCE no tiene más que eso, al igual que el resto de sus competidores en el mundo. Y si hoy hay en México más competidores que hace 80 años es porque los lectores y editores han crecido al mismo tiempo que el FCE. Sin el Fondo sería imposible imaginarse que sellos como Era, Siglo XXI o más recientemente Almadía o Sexto Piso tuvieran el lugar que tienen hoy, o incluso que hubieran surgido de principio. Porque aunque Z se queja amargamente de que el FCE ganó (y pagó el adelanto con dinero "subsidiado") el libro de Piketty, en última instancia no importa quién lo publique porque los libros que se venden mucho abren espacio para otros libros y lectores. Esto es porque ningún libro es reemplazo de otro. Si uno come en un restaurante ya  no va a comer a uno distinto, pero un libro no sacia el hambre de otro. Si Z quisiera leer las 50 sombras de Grey y alguien le regalara El Leviatán, difícilmente se sentiría satisfecho, pero alguien que busca el libro de Piketty bien puede comprar también un diccionario de filosofía Larousse o un estudio del marxismo de Siglo XXI y todos se ven beneficiados. Los editores saben bien esto y por eso agrupan sus libros por colecciones, no porque alguien vaya a completar la colección (como estampitas del mundial) sino porque los libros similares se acompañan en ventas: basta, muchas veces, que se venda el primero.

Ahora, el tema del subsidio. Sí, el FCE recibe dinero del estado para editar y producir libros. Es una editorial descentralizada del gobierno federal, adscrita a la SEP, al igual que el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. De hecho el INBA(L) y el FCE se parecen mucho, sólo que con uno el estado subsidia todas las bellas artes y con el otro el estado subsidia la edición de libros. ¿Le parecerá mal a Z que, habiendo tantos teatros en todo el país y en la ciudad, que el INBA(L) exista? Es casi lo mismo. Otra cosa es que los libros en este país están subsidiados todos. Sí, porque no tienen IVA ni otros impuestos. Y muchos, muchísimos libros publicados en México tienen apoyo del Conaculta, que convoca regularmente para apoyos a la edición, distribución, exportación y traducción de libros. Incluso compran, el Conaculta y la SEP, ediciones especiales de todas las editoriales avecindadas en México, aunque no sean mexicanas de origen, para bibliotecas, bibliotecas de aula y programas especiales. (Aquí hay un punto loco: el Conaculta también publica libros, a través de su Dirección General de Publicaciones; si el FCE ya es una institución editorial del estado, ¿para qué quiere el estado que el Conaculta publique libros también? Un tip para el siguiente artículo, señor Z).

Así que la industria editorial en México está subsidiada, no sólo el FCE, que al menos regresa una parte de lo invertido directo al presupuesto del año siguiente. Dice Z que "de acuerdo con el presupuesto de 2014, este año el FCE ejercerá 461 millones de pesos. Venderá unos 212 millones de pesos y recibirá un apoyo fiscal de 238 millones. De ese tamaño es el subsidio que recibe el FCE de los contribuyentes. ¿Se justifica? No lo creo." No se me ocurren más de cinco instancias gubernamentales en este país que reciban dinero y produzcan, no sólo gasten, y el Fondo es una. A veces logra, en FCE, regresar todo. A veces, la mayoría, no, pero no quiere decir que no lo sea la intención. Y aunque no devolviera un peso más, de todos modos esos 238 millones es el 0.3% del presupuesto federal del año en curso, y menos del 0.00001% del PIB de México para 2013. No me parece mal.

Creo que, además de todo, a Z se le olvida la razón de ser del FCE. Esta es traer a México y a sus lectores lo más destacado de la cultura creada en otras lenguas y regiones del conocimiento y llevar lo más destacado de la cultura escrita mexicana (sobre todo la literatura, pero también todas las otras ramas del conocimiento y cultura) al mundo de habla hispana, primero, y al mundo en general después. Yo he conocido gente que lee a autores mexicanos en todo el mundo porque el Fondo trata de cumplir su misión y los lleva hasta esos sitios en ferias, festivales, representaciones y otras misiones culturales. Y no sólo lleva lo que se vende; le podría enumerar de memoria a Z más de 100 libros que nadie hubiera publicado (ya por dificultad, precio, retorno de inversión, costos u oportunidad) si no hubiera sido el Fondo. Libros de autores que luego alcanzaron gran valía nacional e internacional, pero que en tanto fueron reconocidos resultaron empresas perdedoras para la producción y los réditos del sello. ¿Le gustaría a Z un mundo sin los libros de Amparo Dávila, por ejemplo? Tal vez sí, y de ahí su pregunta.

Por esto último es que el que el FCE se salga de los preceptos de su misión y estatutos sea tan criticable: de por sí es una institución poco comprendida, como para que además los que la dirigen se dediquen a salir en la tele y a publicar apps para ipad. Eso sí que es criticable, no el traducir y publicar a Piketty.

Por último, a Z se le olvida que el origen del problema de los libros en México es educativo y no de presupuestos. Si más gente leyera en este país, al nivel de España o Chile, el FCE no sólo devolvería completo su presupuesto, sino que lo duplicaría o triplicaría. Pero la gente no lee porque la educación básica y secundaria en este país deja mucho que desear, por decir lo menos. No hacen falta más universitarios; hacen falta más lectores.

25.8.14

Fondo tocado

Podría apostar que la segunda emisión del programa televisivo "Conversaciones A Fondo", espacio que produce y organiza el FCE, que se transmitirá en la televisión mexicana el próximo 26 de agosto de 2014 versará, al menos una buena parte, si no todo, sobre Julio Cortázar, quien en un mejor universo estaría celebrando su centésimo cumpleaños. Y eso está muy mal. No por Cortázar, a quien admiro como cuentista y como novelista y como poeta, ensayista, pensador, y, en general, como gran persona de manos grandes, cual cronopios. No, está mal por el Fondo.

Está mal no porque Cortázar sea un mal tema cultural, nadie podría decir tal cosa, ni porque no haya sido un buen escritor, cosa que tampoco creo se podría decir fácilmente. Que el programa se dedique al Gran Cronopio sería malo porque el FCE no tiene libros del autor en su catálogo. Bueno, sí tiene: dos. Uno, Rayuela, que en estricto sentido no publicó el FCE, que sólo lo distribuyó, sino la red ALCCA, que publicaba la hermosa Colección Archivos, libro que no se consigue, al menos, desde 1997 y que la página del FCE ni siquiera consigna. El otro es Todos los fuegos el fuego, libro que también se consigue, más barato, en otros fondos editoriales. Así las cosas, y para términos de promocionar las obras en su catálogo, daría igual que en la segunda emisión de Conversaciones A Fondo se hablara (a fondo) sobre la obra de los hermanos Salinas de Gortari: Carlos y Raúl, que cuentan, cada uno, con una obra publicada bajo el sello del FCE: Carlos el título Producción y participación política en el campo y Raúl Agrarismo y agricultura en el México independiente y postrevolucionario título que no aparece, al igual que el ya mencionado Rayuela, en el catálogo de la página del FCE (pero sí en su Catálogo histórico, un Excel interminable actualizado por última vez hace dos años que cualquiera puede descargar aquí).

No digo que esté mal que el FCE promocione la obra de Cortázar, promocionar la lectura es loable en cualquier instancia, sino que al ser la editorial más importante de México (según indica la entrada de la editorial en la Wikipedia) y tener el catálogo más extenso de libros (y similares) de autores mexicanos en el mundo, no sólo literarios, sino también científicos, técnicos, políticos, filosóficos, historiográficos y artísticos, sería mucho mejor hablar y difundir la obra que la editorial publica bajo su propio sello y forma parte de su catálogo. Sería mejor no sólo porque yo lo digo, sino porque la institución tiene, como parte de sus estatutos y de su misión, el difundir la cultura mexicana y los libros que publica, por el mundo. Si para la editorial producir un programa que no habla de libros es ya es una violación de su Estatuto Orgánico, como bien apunta Jesús Silva-Herzog Márquez, que en sus emisiones televisivas se hable de libros que la misma instancia no publica, al mismo tiempo que mejor que no hablar para nada de ningún libro o autor como sucedió en su primera emisión, sería como burlarse más aún no sólo de sus televidentes, sino, mucho peor, de sus lectores, clientes, colaboradores, amigos.

Pero supongamos que en Conversaciones A Fondo esto que digo no les podría importar menos y hablan sobre Cortázar. Sí, pero en el panel, en vez de Lily Téllez y Pablo Hiriart, están Ignacio Solares, Nacho Padilla, Sandra Lorenzano, Julio Ortega, todos ellos conocedores del autor y de la vida y obra del argentino y con obras publicadas en el FCE, tanto sobre Cortázar como de otros temas. Y supongamos que tienen otros invitados e invitadas y no sólo hablan de Cortázar, sino del Boom Latinoamericano y de su influencia sobre la literatura hispanoamericana, y el lugar clave que tuvo el FCE en su difusión y antecedentes. Y si esta conversación fluyera hacia cómo la cultura nacional e hispanoamericana se ha forjado desde y para el FCE, tal como apunta Héctor de Mauleón, como reflejo de lo mejor que somos y podemos ser desde el potencial de los libros, qué delicia serían los programas: versarían entonces sobre cómo una pequeña instancia editorial académica mexicana se convirtió en referente esencial para la cultura en todas sus expresiones de la mano de directores como Arnaldo Orfila, José Luis Martínez, y Jaime García Terrés, entre otros. Desafortunadamente, por cada uno de ellos, el FCE también ha tenido épocas, literaria y culturalmente, oscuras; épocas en las que el servilismo de la institución al estado que la cobija y que mantiene un edificio donde 300 personas hacen el trabajo que podrían hacer 30 ha sido mucho más evidente y su luz ha brillado mucho menos; son épocas que reflejan un olvido, desconocimiento total y voluntario y hasta desdén por sus libros, autores y lectores, personificadas por Salvador Azuela, Francisco Javier Alejo, Miguel de la Madrid y los que la dirigen desde comienzos de 2013. Los ejemplos de esto en cada una de estas etapas, como el programa de televisión que ahora nos ocupa, abundan.

En este último sentido, también es probable que la próxima emisión de Conversaciones A Fondo no trate para nada de Cortázar, ni de autor literario alguno, sino que sea sólo una "mesa" donde los mismos periodistas de la vez anterior "discutan" las recientes reformas educativas, en telecomunicaciones y energéticas, sin mencionar, ni de pasada, otra vez, un solo libro, publicado o no por el Fondo, indistintamente. Si esto es así, será mucho más risible y digno de mofa que todo lo que pueda yo escribir aquí.

He dudado por días si debo publicar esto. ¿Es necesario que lo diga alguien? ¿Es necesario que lo diga yo? ¿Es necesario que lo diga yo ahora? Me pregunto. Y a todas estas preguntas la respuesta parece ser sí. O la menos quiero creer que es así.