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13.7.05

¿quién quieres que te lea?

Aceptémoslo: escribimos para ser leídos.
Sin excepción, todos hacemos lo mismo. Aunque sea solamente por nosotros mismos. Pero siempre con el morbo secreto de que alguien nos descubra en las letras escondidas dentro de las páginas de un diario escondido [y si tienes un blog, es peor].
Las letras que plasmamos son como la mujer pudorosa que se muere de ganas de que le arranquen el vestido con un poco de violencia "cursi".
Pero al igual que con el vestido de la novia pudorosa, el hecho de la violación de la intimidad de las letras no debería, e incluso en muchos casos no puede, ser cometido por cualquiera, verbi gratia: la mujer pudorosa sólo dejará que la descubra, con gusto, aquel hombre que le atrae, en el cual tiene sentadas sus esperanzas; de cualquier otro modo el acto estará plagado de violencia y perderá todo el sentido morboso para pasar a ser simplemente hórrido.
Así las letras. No sólo escribimos para que nos lean, sino que escribimos para que nos lea, específicamente, una persona, o dos, o un grupo.
Se intenta no hacerlo, pero es inevitable. Incluso Quiroga lo asienta así en su Decálogo del perfecto cuentista:
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia.

Pero tan lo asienta que el hecho sólo sirve para darme la razón: uno debe evitar hacerlo, en la medida de lo posible, pero sólo como uno evita parpadear cuando le van a tomar una foto: el reflejo vuelve.
Entonces la pregunta olbigada es:

¿Quién quieres que te lea?

¿Quién quieres que te lea, a ti que escribes sexo, diseño, el futuro, información banal, literatura y no, música, lo que te pasa todos los días, todo, nada?
Tal vez quieres que te lea una prima, o tu madre, o tu jefe, o tu amor secreto, o tu cónyuge, tu hijo, tu hija, tu amante, tu ex-novia, tu contador. Tal vez el que se burlaba de ti en la primaria, o en la secundaria, o en la preparatoria, o todas las mañanas; tal vez el que te despidió de tu último trabajo, el que te negó la beca, el asaltante, el párroco que te confiesa de mala gana, el policía que te puso la multa, el presidente actual, el próximo (¿por qué no?), el que te puso el cuerno, el que te quitó la virginidad, algún conocido ya fallecido, desde el más allá, o incluso dios mismo.

¿Está bien, o mal, escribir pensando en que alguien te va a leer? Nada, así es, simplemente. "It ain't why, it just is", diría el buen Van.
De lo que sí estoy seguro es que muchos, muchísimos bloggers dejan de escribir cuando se dan cuenta de que la persona que querían que los leyera ya los leyó (y en el 99% de los casos le dio lo mismo haberlos leído o no) o, simplemente, que por más que escriban esa persona o personas no los van a leer nunca. Y menos con la cantidad de blogs que hay hoy en día.
Muchos vuleven, después de haber dejado el blog un rato. Me sospecho que es porque encontraron alguien más que querían que los leyera, en secreto o abiertamente. De lo que pocos se dan cuenta es que el aludido también necesita escribir para que alguien más lo lea. Y así, el círculo sigue...

¿Quién quieres que te lea a ti?
Yo sí sé quién quiero que me lea.
Y por eso mismo no lo digo.

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