I know I will lose this one-sided battle, and deservedly so. Only a lunatic would argue that this week’s issue of Horny Laundromat Gossip will someday grow into a work of art. But that is my argument, and remember this, even if you remember nothing else about my booklet: the first novel was not actually the first novel. The first novels were “novelties.” They were dumb, melodramatic trash, read by dumb, listless escapists. Novels were the same old stories of lowly rogues, high-riding knights, and stereotypical sidekicks fighting over ooh-la-la maidens. Educated Spaniards would have been happy to amputate novelists’ hands and burn their picaresque books. Miguel de Cervantes was equally revolted by novels, but he at least honored the novel’s conventions enough to use them against themselves. He changed the novel not one bit, yet, quixotically, he changed it forever. For 400 years now only lunatics have argued that the novel has a strictly limited aesthetic potential.
[Sé que perderé esta batalla contra mí mismo, y merecidamente. Sólo un lunático podría argumentar que la emisión de esta semana de Chismes de lavanderas calientes evolucionará hasta convertirse algún día en una obra de arte. Pero ese es mi argumento y, recuerden esto aunque no recuerden nada más acerca de este mi librito, la primera novela no fue realmente la primera novela. Las primeras novelas eran "novedades". Eran basura melodramática y boba, leída por escapistas bobos y sin criterio. Las novelas contaban las mismas viejas historias de ladronzuelos, caballeros andantes con acompañantes estereotipados luchando por las doncellas inalcanzables. Los españoles educados de aquel entonces hubieran estado felices de poder amputar las manos de los novelistas y arrojar sus libros picarescos al fuego. Miguel de Cervantes estaba igualmente a disgusto con las novelas de su tiempo, pero al menos respetó las convenciones de la norma lo suficiente como para usarlas contra sí mismas. No modificó ni un ápice de las novelas, sin embargo, quijotescamente, las cambió para siempre. Desde hace 400 años, sólo los lunáticos han argumentado que la novela tiene un potencial estético estrictamente limitado.]
Daniel Raeburn en
¡Historietas perversas! Mexico's addictive comics, The Imp.
(Las negritas son mías.)
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