El perseguidor, de Cortázar. Definitvamente estamos hablando de un cuento como pocos, con un control casi perfecto de los elementos narrativos existentes y por existir, literariamente hablando. Es una de las obras cumbres del punto de madurez de uno de los mejores cuentistas que este mundo ha dado. No se le puede pedir mucho más, de verdad.
El cuento es, en realidad, sencillo. Una visita al saxofonista en las últimas, por parte del crítico de jazz que lo piensa genial. Y los recuerdos que inundan al crítico, nuestro narrador, llenos de maravillas del jazz que a Johnny, tomando el lugar de un Charlie Parker ficticio y real, no parecen importarle. Y el manejo del tiempo en el cuento y en la historia: es imposible medir su paso, el recuerdo se amontona con el futuro ("Esto ya lo toqué mañana"). Es uno de esos cuentos que, aunque no quede más remedio, sólo se puede sonreír al terminarlos.
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