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20.5.09

La máquina del tiempo

I. Fracasos

Jaime llevaba muchos años tratando de echar a andar su máquina del tiempo. Sabía que le faltaba poco, a pesar de que las pruebas siempre eran fallidas. Una vez metió un libro al sistema y lo encontró tres meses después en Maruata, Michoacán. Otra vez metió un mensaje en una botella y se lo devolvieron pasados unos meses por correo, con fecha del envío en la máquina y sellos de las Filipinas.

II. ¡Funciona!

El meollo no era el tiempo, sino el espacio. Así, con un globo aerostático y mucha paciencia, Jaime logró hacer su primer experimento. Primero, envió al futuro un períódico (un día solamente); a la siguiente mañana echó a andar la máquina vacía, subió el globo, esperó unos minutos y lo bajó. Encontró el diario que había enviado el día anterior al futuro.

III. Apariciones

Entonces Jaime fabricó una máquina del tiempo con suficiente tamaño par albergar a tres o cuatro personas y envió al futuro (unas horas apenas) a su asistente. Cuál sería su sorpresa cuando al bajar el globo aerostático no sólo no lo halló vacío (cosa esperada puesto que el asistente habíase ido unas horas al futuro), sino que de la máquina bajaban cuatro personas completamente extrañas provenientes de diversos tiempos en el futuro.

IV. ¿Boleto?

Los viajantes no tardaron en explicarle que su máquina había tenido tal éxito que ahora había una fila larguísima de espera para viajar al pasado desde diversos momentos en el futuro. Tanta era la gente que ya esperaba el viaje (desde algún momento del tiempo) que si en ese instante Jaime hubiera querido procurarse un boleto, le habría tocado el número 123219004. Y eso que los boletos son, eran y serán caros.

V. Verbal

Jaime comprendió, comprende y comprenderá dos cosas: la primera es que sólo se puede viajar hasta el momento en el que echó a andar su máquina, no más atrás nunca, y que todo lo que va a ocurrir ya ha ocurrido y está ocurriendo. Así, cuando le tocara viajar por el tiempo a él, ello ya habría ocurrido, fuera la época que fuera a la que viajara, como si siempre hubiera estado ahí. En ese momento (y en todos, en realidad) Jaime se percató que viajar por el tiempo, entonces, carecía por completo de interés.

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