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1.11.04

leucocitos desparramados

Fui al médico.
Más bien, fui al tercer médico que veo desde hace cinco meses, y me encontré en un edificio que, claramente, había tenido su mejor época en abril de 1976.
Sin embargo, ante lo viejo de las instalaciones, los muebles y las puertas, no me dejé amedrentar por las apariencias y valientemente esperé, en la muy venida a menos sala de espera, a que el médico me recibiese.
No pasó mucho tiempo antes de que estuviera frente a él, un doctor joven y atento, aunque un poco gordo, que me pidió le describiera mi condición.
Para no hacer el cuento largo, le dije por qué exactamente me sentía mal, pero sobre todo le dejé muy en claro que ya estaba francamente desesperado porque mi condición de enfermedad no salía nunca en análisis alguno que me hiciera, por lo cual ya estaba pensando que, en efecto, toda la enfermedad estaba simplemente en mi cabeza.
Él me miró y me dijo, he visto esto antes, y procedió a, en un cuarto preparado para ello, oscultarme y manipular mi cuerpo de tal forma que pudiera extraer una muestra del sitio que, ambos creíamos, estaba infectado.
Una vez obtenida la muestra, el médico la colocó debajo de un microscopio, enfocó con unos movimientos rápidos de sus dedos y me invitó a mirar a través del lente.
Frente a mí estaba un mundo que yo sólo había estuidado en los laboratorios de biología de mi educación media superior, a los que nunca había prestado demasiada atención. Sólo que en este caso todo era distinto: se trataba de mis propios fluidos y habitantes corporales.
Pude ver más de 12 círculos transaprentes, muy estáticos, rodeados de alrededor de 8 ó 9 puntos negros pequeños que se retorcían y se movían a una velocidad comparativamente mucho más rápida.
Mientras observaba, el doctor me dijo: los puntos negros rápidos son las bacterias, los círculos transparentes son tus leucocitos (glóbulos blancos, defensas del sistema inmune). ¿Puedes ver que algunos de los leucocitos están como desparramados?
Efectivamente, más de 3 de los círculos blancos parecían haber sido aplastados, como si la capa que los rodeara se hubiera desparecido.
Sí, dije, preocupado.
Eso quiere decir que la infección todavía está en su apogeo, dijo él.
Pero ya he tomado kilos de antibiótico, le dije.
Sí, pero en estos casos en específico hay que hacer una rotación de antibióticos para acabar con la infección, no basta con tomar un solo remedio por mucho tiempo.
Minutos después yo ya estaba en la calle, con una cita para 15 días después, una serie de recetas y recomendaciones nuevas, y un poco de alivio.
No me siento mucho mejor, o más bien, el alivio no ha sido inmediato, pero ahora al menos ya sé qué es lo que tengo.
Malditas bacterias, malas inquilinas, tercas, infames.
Hoy puedo decir que soy absolutamente empático con mis, desparramados, luchadores (blancos, como El Santo), leucocitos.

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