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18.11.05

tres para los dos (dos)

IV.

Como decía, el contador PPP ya no estaba nada a gusto con el trabajo de A, el anterior editor. Por ello le quitaron la concesión de la revista. Pero A tenía aún firmado el contrato con la imprenta en la que trabaja MC, por lo que, aunque nosotros hicimos el trabajo editorial y de diseño, la autorización final de la impresión la iba a firmar todavía él. El por qué de que A tuviera contratada a la imprenta, en lugar de que la hubieran contratado directamente los dueños de la publicación, es algo que aún se me escapa. Desde el principio tuvimos pequeños problemas con eso, pero parecía que no iban a entorpecer, de cualquier modo, nuestra labor.

Las revistas que hacía A de verdad no valían lo que costaban: un diseño demasiado cargado, falta de coherencia articular, una tipografía difícil, llena de faltas de ortografía y dedazos. Y, sobre todo, nunca salía a tiempo: el número de Julio-Agosto salió en Septiembre. Por eso lo primero que nos dijeron a los nuevos encargados era: esto tiene que estar rápido, y bien, claro, pero sobre todo rápido. Y rápido la hicimos: pasamos de no tener nada (ni contactos, ni artículos, ni fotos, ni nada) a revisión en la imprenta en sólo tres semanas.

El número de erratas era, y sigue siendo, mínimo. Hoy, adelantándome un poco, contamos todas las que tenía, además de la de la portada. Eran 10. Y la mayoría muy menores (coma en vez de punto y coma; un dedazo y así) Eso, sobre todo para una revista bimestral de ochenta páginas hecha en 3 semanas, es mínimo. Uno de los problemas principales que tuvimos es que sólo hasta el final pudimos revisar los nombres "importantes para la asociación". Esto tenía que hacerlo Yo con el señor R.

V.

El señor R es el encargado directo de la revista ante los ojos de los propietarios de la publicación. Yo le estuve insistiendo días enteros que le dedicara un momento a leer detenidamente cada PDF que le enviaba para que les buscara erratas e hiciera sus comentarios. Sin embargo, el señor R nunca se dio el tiempo para leerlos con detenimiento, hasta un día antes de que fuéramos a entregar los archivos en digital a la imprenta.

Ese día revisamos una lista interminable de nombres, cotejándolos con sus respectivos puestos. El señor R revisó a pie de puntillas todas las líneas de la revista y hasta se dio tiempo de hacer comentarios con respecto al diseño, que no le gustó demasiado, creí entender. Con todo gusto le hacemos los cambios, le explicó D, el diseñador, por teléfono, sólo que cada cambio mayor retrasará la publicación de la revista un día más. Y como teníamos el tiempo encima para salir la primera quincena de Noviembre, pues el señor R desisitó de hacerle grandes cambios; sugirió y señaló un par de erratas notorias, pero eso fue todo.

Al día siguiente, Yo acompañé al señor R y a D a que, en la imprenta y frente a MC, la asesora, el señor R firmara con un Ok las pruebas de color, y se empezara a imprimir. Teníamos pequeñas erratas, pero nada que valiera la pena retrasarnos más. Además todavía teníamos un día de adelanto sobre el plazo acordado, así que todo parecía andar sobre ruedas. El señor R firmó cada pliego, nos dimos la mano y quedamos de vernos ya con ejemplares en la mano.

VI.

Eso fue un miércoles en la tarde. La llamada que paró la imprenta llegó el viernes en la noche. La errata había sido pasada por alto por todos, incluído el reportero que había hecho la entrevista. Para mí fue un shock total. Lo primero que pensé fue: el señor R y yo pasamos más de dos horas revisando todos los nombres, y él tuvo una semana entera para volverlos a revisar, ¿cómo se le fue el nombre de la portada? Digo, porque aunque la errata no estaba en un apellido común, no es que el nombre sea Antanas Mockus. Y pasó por delante de al menos 9 personas que vieron el archivo en digital.

Entre los impactados por el error, al principio, sólo hubo una consigna: no hay que buscar culpables, hay que enmendar los errores. Qué rápido caducan las consignas, es impresionante. Aquel lunes D y Yo le dimos a MC en la imprenta las planas corregidas en digital para que nos hiciera el favor de volverlas a imprimir. Sabíamos que la pifia iba a ser muy costosa, monetariamente hablando, y por ello le preguntamos a MC el valor aproximado de la enmienda del error. No sé, nos dijo, tengo que ver con el gerente.

Esto fue el lunes. Este lunes. El martes el día estuvo muerto. Yo le había dado a MC instrucciones de que, una vez que A, quien todavía tiene (o tenía, no sé) el contrato con la imprenta, le firmara la cotización del gasto de reimpresión, le hiciera llegar esta misma cotización al señor R y al contador PPP, quienes iban a negociar el costo del error. El martes se fue sin pena ni gloria, y yo pensé que todos habían estado de acuerdo con los costos del error, que yo había calculado en aproximadamente 2,300 dls. Es mucho, pero no había nada más que hacer mas que volver a imprimir.

El miércoles Yo estaba en Xochimilco, escuchando una conferencia sobre literatura de las vanguardias, cuando sonó mi celular y escuché la voz del contador PPP diciéndome que me tenía que ir, en ese mismo instante, a la imprenta a ver cuál era el motivo de que quisieran cobrarnos 7,000 dls por la corrección.

(Terminará... mañana)

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