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17.11.05

tres para los dos (uno)

the longer the hesitation
the smaller the celebration

Jim Guthrie - The Problem With Solutions - Now, More Than Ever

I.

Hace un par de posts fui a arreglar un error. El error no se ha arreglado aún, en buena medida porque estoy incapacitado para arreglarlo. Como cuando uno abre el cofre del auto descompuesto, no porque uno tenga ni la más remota idea de cómo volver a hacerlo andar, sino para aparentar que uno sabe qué es lo que está haciendo. Pues así yo.

Era viernes cuando nos enteramos del error, al que de ahora en adelante llamaré por su eufemístico denominativo "errata". El punto de espanto ante tal pifia se vio exaltado puesto que, como todo trágico error que se precie de serlo, llegó en el peor momento posible: cuando ya todos nos íbamos a dormir aliviados porque la revista ya estaba en la imprenta. En el instante en que escuché a G, el jefe, decirme: "hay un error en el apellido", tomé el teléfono y marqué a la imprenta. Me contestó MC, la asesora.

Yo: Tenemos un error en la portada, por favor para la impresión.
MC: ¿Seguro? Ya vamos por la mitad...

Un par de minutos después me di cuenta de que había perdido la única oportunidad que voy a tener en la vida para gritar "¡¡¡PAREN LAS PRENSAS!!!" con justificación. Debí haberlo dicho.

II.

Fui a ver a MC a la imprenta. Ella está sumamente embarazada, y todavía me daba pena causarle tantas tribulaciones en ese estado tan redondo. De cualquier forma, ya no fui ese mismo viernes (ya era muy tarde para cambiar las órdenes de imprenta), sino que fui hasta el lunes, acompañado de D, el diseñador. Le entregamos a MC el disco con los cambios, ella prometió tener la cotización lista para el día siguiente.

Fuera de la imprenta, D y Yo hablamos un par de minutos acerca de quién pudiera ser el culpable de la errata. Yo le digo que tengo mis sospechas de él. D me dice que tiene sospechas de mí. Nos reimos forzadamente. Sabemos que ambos llevamos parte de la culpa, pero también que la mayor parte de la culpa la tiene el que firmó las pruebas y dio el Visto Bueno (VoBo) para que la revista se imprimiera, el señor R.

III.

Ustedes disculparán si esto se vuelve confuso, trataré de que no lo sea demasiado. Porque esto bien podría ser una novela breve, pero la historia no lo vale. No vale ni el esfuerzo de la ficción, y por ello este post no es un cuento. Aunque debería serlo. Más bien sí es un cuento, pero disfrazado. De cualquier forma, el problema se vuelve más confuso cuando me doy cuenta de que tengo que hablar del señor A, el anterior editor.

El señor A había hecho él solo (o casi) la revista, durante más de tres años. Pero se había vuelto descuidado, ya no le daba la importancia debida a su trabajo y por eso el diseño se veía viejo, inacabado, amateur. Y ya no se diga la cantidad de erratas pequeñas y equivocaciones graves de las que la revista salía retacada a tope bimestre a bimestre.

PPP, el contador, ya estaba harto de que la revista fuera un asco y por ello contrató a G, de quien ya hablé antes, para que formara un equipo de trabajo para mejorar la publicación. G, a su vez, me contrató a mí, y a otros, como D, y CGT, el editor en jefe.

(Continuará... mañana)