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19.11.05

tres para los dos (tres)

VII.

Yo estaba en Xochimilco porque iba a matar dos pájaros de un tiro: escuchar la conferencia sobre las vanguardias literarias y hacer que un directivo en rectoría me firmara una carta (carta sin importancia para esta narración). Al recibir la llamada del contador PPP tuve que abandonar la conferencia y subirme al tren ligero, rumbo al metro Coyuya, que es por donde está la imprenta.

Ese fue un viaje largo. Salí de Xochimilco a las 11:10 y llegué a la imprenta a las 2:47. Estaba todo sudado, cansado, de mal humor, hambriento, sediento, sin dinero y preocupado. No es una combinación agradable, no. De cualquier modo, MC, la asesora, ya me estaba esperando en la sala de revisión de originales.

Después de entrar al baño me senté frente a ella, saqué mi celular y lo puse en modo calculadora. Puse cara de licenciado y le dije: MC, dime por qué nos va a costar la reimpresión del error la mitad de la revista. Ella sacó números y papeles. Al final, después de no mucho tiempo, me aceptó que ella le había cotizado a A en 4,500 dls, y que el mismo A le había dicho que le subiera el precio de la cotización para poder quedarse con algo.

VIII.

Yo sabía que a A, el anterior editor, le habían brillado los ojos cuando se enteró que habíamos tenido la errata en la portada, pero nunca me imaginé hasta qué grado había intentado hacer su agosto con el error. En ese momento le di las gracias a MC y salí de la imprenta. Le marqué a G, el jefe, pero nunca contestó, así que llamé a PPP, el contador.

Yo: Efectivamente, A nos está inflando la cotización en al menos 2,000 dls. Por eso etá tan cara.
PPP: ... ... Mira, yo te vuelvo a llamar. Ve y dile a MC que no haga nada. Me regresé a la oficina. Hice y acomodé pendientes. Esperé toda la tarde. Volvía llamar a la imprenta, volví a llamar a PPP. Nadie me contestó, nadie me supo decir qué era lo que había pasado. Sólo supe que el contador había mandado a alguien a revisar las cuentas a la imprenta.

IX.

Al día siguiente era jueves y, como todos los jueves, me levanté a las cinco y me dia de la mañana para llegar a dar mis clases en la UAEMorelos, Cuernavaca. A las 12:40 del día, a la mitad de mi segunda clase, sonó el teléfono. Era el contador PPP:

PPP: Ya ayer estuvimos delucidando responsabilidades y decidimos que el que se equivocó fue D, el diseñador. Por eso, él va a tener que pagar el costo de la reimpresión.
Yo: ¿Qué?

Efectivamente, sentí que se me venía el mundo encima: no sólo habíamos tenido la errata en la portada, sino que, creía yo, en mi esfuerzo por enmendar las cosas había provocado, al acusar a A de inflar el precio de la reimpresión, había provocado una oleada de culpas sin fin. Volví a mi clase, terminé de exponer mi idea, me disculpé por tener una emergencia repentina y me regresé a la Ciudad de México. En el camino convoqué a una junta de urgencia entre todos los interesados, incluído D, el diseñador y CGT, el editor en jefe.

Una vez que tuvimos la junta ya sabíamos qué era lo que íbamos a hacer: aceptaríamos la mitad de la culpa de la errata, y asumiríamos cuando mucho el 40% de los costos, pero no más. En eso estábamos cuando recibí una llamada más del contador PPP:

PPP: Ya vino MC, la asesora de la imprenta, a presentar las cuentas y a pedir disculpas por el aumento de precio.
Yo: Ok. ¿Entonces?
PPP: Pues nada, que al final nos va a costar 2,000 dls, porque los de la imprenta no quieren que pensemos que nos están estafando.
Yo: ¿Y quién lo va a pagar?
PPP: Ahora eso no me preocupa. Me preocupa que esto ya se retrasó mucho y quiero que se pongan a trabajar para que la revista vuelva a la imprenta, sin el error, lo antes posible. También me preocupa que el que tiene la cola que le pisen es A, y no ustedes. Con él voy a hablar de dinero.

Colgó. Creo que la revista, hoy sábado, ya está en la imprenta. Parece ser que salimos de esta porque no es lo mismo una errata sin mala intención que intentar robarse 2,000 dls. Perdón si el final de esta narración es muy soso, pero así es la vida real.

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