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7.9.06

explicación a la lista

La lista que está antes de esta entrada, querido lector, es un ejercicio para intentar demostrar lo absurdo que sería irse a la guerra para quitar a un político y poner a otro en el poder. Esta absurdidad se basa en los siguientes silogismos:

A. Para llegar a ser candidato a la presidencia (o presidente) tienes que ser todo un político.
B. Todos los que son todos unos políticos son asquerosamente corruptos.
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C. Todos los candidatos o presidentes son corruptos.
D. Todos van a hacer sus transas y mañas.
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E. Da lo mismo poner a uno o a otro.

El que piense al contrario está ya cegado por el fanatismo y ya no puede ver que la política es un juego (que los mismos protagonistas se inventaron) en el que hay diversos modos de ganar y perder; lo mismo hay muchas formas de molestar al otro y de ayudarlo si así se desea.

La violencia es la solución de los que no saben pensar. Sea quien sea que haya ganado, o hayn dicho que ganó, o crea que ganó pero no, todas las partes deben respetar el derecho del otro a haber obtenido los votos, y el respaldo, de todos aquellos que votaron por él, y a respetar el derecho de los mismos.

Hoy, casualmente, me encontré una traducción de un fragmento de una conferencia de Amos Oz publicada en un libro que se titula ¿Cómo curar a un fanático? (la versión original, acá) (para comprar el libro en inglés , acá) De este fragmento me permito hacer una adaptación libérrima para mejor ilustrar el punto que quiero enfatizar. Los papeles pueden (y deben) intercambiarse libremente:
Un querido amigo y colega mío, un cuentista mexicano, tuvo una vez la experiencia, que de vez en cuando tenemos todos, de ir en un taxi durante largo rato por la ciudad de México con un conductor que le iba dando la típica conferencia sobre lo importante que es para los Panistas matar a todos los Perredistas. Mi amigo le escuchaba y, en lugar de gritarle: «¡Qué hombre tan terrible es usted! ¿Es usted nazi o fascista?», decidió tomárselo de otra forma y le preguntó: «¿Y quién cree usted que debería matar a todos los Perredistas?». El taxista dijo: «¿Qué quiere decir? ¡Nosotros! ¡Los Panistas! ¡Debemos hacerlo! No hay otra elección. ¡Y si no mire lo que nos están haciendo todos los días!». «Pero ¿quién piensa usted exactamente que debería llevar a cabo el trabajo? ¿La policía? ¿O tal vez el ejército? ¿Los granaderos, un grupo de paramilitares? ¿Quién debería hacer el trabajo?» El taxista se rascó la cabeza y dijo: «Pienso que deberíamos dividirlo entre cada uno de nosotros, cada uno de nosotros debería matar a algunos». Y mi amigo, todavía con el mismo juego, dijo: «De acuerdo. Suponga que a usted le toca cierto barrio residencial de su ciudad natal en Morelia y llama usted a cada puerta o toca el timbre y dice: "Disculpe, señor, o disculpe señora. ¿No será usted Perredista por casualidad?". Y si la respuesta es afirmativa le dispara. Luego termina con su barrio y se dispone a irse a casa, pero al hacerlo --dijo al taxista-- oye en alguna parte del cuarto piso del bloque llorar a un recién nacido. ¿Volvería para disparar al recién nacido? ¿Sí o no?». Se produjo un momento de silencio y el taxista le dijo: «Sabe, es usted un hombre muy cruel».

Sean bienvenidos todos, de la corriente que se desee, a dejar comentarios en la lista anterior con sus sugerencias de cosas a incluir. Yo iré copiando y aumentando dicha lista hasta que más y más gente entre en razón.

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