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29.9.05

¿en qué me quedé?

Me encanta la carretera.
Me encanta subirle al volumen al estereo y a la velocidad (nunca excesiva, debo aclarar). Me encanta manejar, sentir la curva antes de tomarla, saber cuánto pisar el freno antes de la pendiente constante, y cuánto el acelerador en cada rebase.

Pero odio, odio el tráfico de la ciudad.
Sobre todo lo odié hoy que me encontré atorado en senda calle céntrica de la ciudad porque, un imbécil (en un mercedes más bien "x") iba esoltado por no una, dos, camionetas llenas de guardaespaldas, que no dejaban pasar a nadie, o a casi nadie.

A continuación enumeraré todo lo que estaba mal:
1. ¿Qué imbécil necesita salir a la calle seguido de 10 personas armadas? Yo no, gracias. Aunque tuviera una cantidad estúpida de dinero preferiría ir en un coche más sencillo, cómodo y rápido, sin llamar la atención.
2. ¿Será acaso la necesidad de llamar la atención? Seguramente sí. Apuesto 1,000 pesos a que tiene muy reprimidos muchos problemas de índole sexual, de esos para los que el Viagra no basta.
3. ¿Quién le da derecho de bloquear tres carriles sólo porque no decide por cuál carril ir y los guardaespaldas tienen que hacer maniobras absurdas para seguirle el paso? Nadie, porque es un imbécil, y los imbéciles siempre están por encima de la ley, y el orden (cosas que, de por sí, ya escasean en esta ciudad). Además, seguramente manejaba mal a propósito: no hay forma en este mundo de que se te olvide que te siguen 8 hombres armados.
4. ¿Qué no es multa traer luces y bocinas tipo policial en un coche que no sea de servicio público oficial, como una patrulla o ambulancia? Es nada más pregunta.
5. ¿Qué no se dan cuenta de lo absurdo que es contrarrestar la violencia de la ciudad generando más violencia? Es el círculo vicioso de Ionesco, mil veces multiplicado...

Yo nada más quiero que me dejen manejar.

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