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28.3.04

tiempo de explicar el tí­tulo del blog

Según la mitología Azteca (civilización que controlaba la mayor parte de lo que ahora es México antes de la llegada de los Españoles) existían 13 cielos y 7 infiernos, todos ellos habitados por diferentes deidades. A los infiernos accedían las almas de los muertos dependiendo de la forma en la que hubiesen fallecido o de la ocupación que el difunto tenía en vida.
El más importante de estos cielos, el más alejado de la tierra era Omeyocan “el cielo doble”, que ocupaba los lugares 13 y 12. En este cielo se dice que estaban las almas de los niños que habían muerto antes de tener uso de razón, y donde se engendraban las almas de los hombres, que eran alimentadas por un árbol que destila leche. Esperaban la destrucción de la presente humanidad por el cataclismo final (un temblor) y reencarnar en la nueva humanidad.
En el Omeyocan vivían la pareja creadora, llamada Ometeotl o 'señor dual', conformada por los dioses creadores Ometecuhtli “doble señor” y Omecíhuatl “doble señora”. También eran llamados “señor y señora de nuestra carne o de nuestro sustento”. Estaba por encima de las demás divinidades y de las vicisitudes mundanas. Como dios de la dualidad, Ometeotl remite a la creencia presente en otras culturas (antiguos germanos, Irán, Indonesia o África) en un ser andrógino, que representa la coincidencia de los opuestos: hombre y mujer, movimiento y quietud, luz y oscuridad, orden y caos. Esta ambigüedad primordial se refleja también en otras figuras mitológicas. Se representaban con símbolos de la fertilidad y adornados con mazorcas de maíz, pues son el origen de la generación y los señores de la vida y los alimentos.
En cuanto dualidad o andrógino ( que tiene los dos sexos ), Ometeotl reúne en sí las polaridades del universo.
Según una de las versiones que hay al respecto, Ometecuhtli y Omecíhuatl, también llamados Tonacatehcutli y Tonacacíhuatl, tuvieron cuatro hijos: Tezcaplipoca, Quetzalcóatl, Xipe y Huitzilopochtli, las cuatro principales deidades mexicas.
A diferencia de éstos últimos, los creadores originales nunca murieron y no recibieron veneración de los hombres, quienes deben dirigirse a sus dioses creadores. Ometeotl y Omecihuatl viven en el cielo más alto y no se ocupan del mundo sino para enviar chispas de vida que bajan de la mujer que da a luz. Siguen pues, siendo los dueños de la vida.

*Este texto es una modificación de uno que encontré en la red.

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